
¿Cuál es mi ritmo? ¿Es aquél que encuentro fuera? ¿El que aprendí de pequeña? ¿El que siento en este momento? ¿Cómo sé cuándo está bien parar y cuándo hacer?.
En una sociedad dónde la velocidad y la “eficiencia” son el premio máximo de aspiración, pareciera que parar, descansar, resetear, sea más un premio que una necesidad básica.
Y en esas preguntas que me hago cada vez que me canso, que no puedo más, me contesto: ¿y si puediera ser yo misma quien marcara mi ritmo? Suena bien y, sin embargo, hay voces que suenan en mi cabeza diciendo ‘qué dices’, ‘eso no es viable’, ‘vives en una sociedad con reglas’.
Hace mucho tiempo que me pregunto si la forma que tengo de funcionar en mi vida diaria es válida o si hay algo que debería cambiar o acomodar. Desde que recibí mi primera menstruación era inevitable contar el tiempo en ciclos. Ahora me viene, ahora se me va, ahora estoy ovulando, … Con poca o nada conciencia de lo que realmente me pasaba, no fue hasta muchos años después que empecé a contactar con lo que me pasaba internamente. Los días del mes (del ciclo) en los que me sentía más energetizada, aquellos en los que no tenía ninguna necesidad de estar hacia afuera, aquellos ciclos en los que mi sangrado me anulaba y otros en los que podía llevar tranquilamente mi estar con mi vida externa.
En todo esto, lo que más me resuena, una y otra vez es, ¿me estoy escuchando realmente? Cómo sería poder respetar mi ciclo y poder gestionar con ello mi vida social, mi vida laboral, mi autocuidado. Y aún más allá, como consigo el auto-respeto, la falta de culpa, por parar; por decidir parar “sin razón externa aparente” sino porque quiero gestionar mi energía y dar más cuando esté más disponible.
Hace poco se me ha presentado la oportunidad de decidir. No es la primera vez, pero sí la vez que he sido más consciente de lo importante que era la forma en que podía cuidar esto. Y fue un momento en el que estaba estable pero con dolor, con fuerza pero hacia adentro. Y mi cuerpo, al que llevo escuchando un tiempo ya, me ha dado su señal. Me alerta. Y yo he decidido. He decidido ser honesta conmigo y con el resto. Anular mis responsabilidades y mi ocio, a favor del autocuidado que merecía y necesitaba en ese momento. Y comunicarlo ha tenido una respuesta empática de todas las partes, de respeto, de comprensión. De una ligereza que necesitaba. Y no lo pinto de colores brillantes porque la experiencia no ha estado ausente de culpa. Todo cabe. La culpa y el respeto por mi estar. Estamos en ello…
Este mensaje, aunque muy centrado en las personas menstruantes, no se refiere solamente a estas. Siento en mí una necesidad, que he observado en otras personas, de caminar diferente. De escucharnos y elegir cuándo sí y cuándo no, cuando mucho y cuando poco. Y respetando que, en general, es una decisión muy individual. En la unicidad de cada persona está también el respeto. Quizá no tengamos que encajar tanto en modelos (viejos o nuevos, establecidos o no) y podamos cultivar la escucha, elegir responsablemente y respetar nuestro ciclo.
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